viernes, 15 de agosto de 2014

Egipto y su medicina

Un oculista cura el ojo de un artesano. copia de una pintura de la tumba de Ipuy
Desde la primera infancia, las enfermedades acechaban a los habitantes del Egipto faraónico, cuya esperanza de vida era de unos treinta y nueve años para los hombres y de treinta y cinco para las mujeres. La brevedad de esta existencia se debía a todo tipo de dolencias, para las que los textos de los «papiros médicos» ofrecían un compendio de recetas o prescripciones. Los desórdenes internos se explicaban por las anomalías detectadas en una anatomía humana de concepción muy simple, plasmada en elTratado del corazón contenido en el famoso Papiro Ebers, fechado hacia 1500 a.C. La larga práctica de observación había permitido descubrir muy pronto la red venosa subcutánea, lo que abrió el camino a una teoría de los conductos (met o metu) que surcaban el cuerpo humano. Se creía que éstos, dispuestos de forma radial, comunicaban los orificios naturales y las extremidades con el corazón, y transportaban gases y fluidos vitales –aire, sangre, bilis, moco, orina, semen– al resto del organismo. La existencia de metu se prestaba a confusión, porque en ellos, además de vasos sanguíneos y otros conductos, se incluían tendones y ligamentos.

El templo de Kom Ombo

Dedicado a Sobek y a Haroeris (Horus el Viejo), era el destino de miles de peregrinos que realizaban consultas sobre su salud a Haroeris, el sanador.
En los papiros médicos hay muchas referencias a taponamientos u obstrucciones de metu a causa de torsiones o rigideces; otras veces se describe la disminución de su número, asociada a la vejez. Todo ello impedía o entorpecía el paso del «soplo vital», verdadero alimento para los hombres y los dioses: «En cuanto al aliento que entra en la nariz, en el corazón y en los pulmones, son ellos los que lo dan al cuerpo entero», dice el Papiro Ebers.
La posible prótesis que vemos a la izquierda, y que reemplazaba el dedo gordo de un pie, fue hallada en Tebas, en el año 2000. Museo Egipcio, El Cairo.
Existía la idea de que la enfermedad implicaba la ocupación del cuerpo por seres extraños. Había seres demoníacos que perturbaban la salud al inocular su aliento envenenado en el cuerpo o en el espíritu del ser humano. Entre ellos figuraban los ujedu, que surgían de los aaa, líquidos malignos y pestilentes, y se manifestaban como gusanos. A este respecto, el Papiro Ebers ofrece un remedio «para matar a los ujedu y echar los líquidos aaa de un muerto o de una muerta que está en el interior del cuerpo de un hombre o de una mujer». Otros espíritus, como los setet, debían ser expulsados antes de acabar con ellos, pues si perecían dentro del cuerpo podían causar males aún mayores.

Las secuelas de la polio.
Fuente: Manuel Juaneda-Magdalena. Sociedades Española y Catalana de Egiptología

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