jueves, 2 de septiembre de 2010

Felicidad


Se suele creer que el pensamiento positivo ayuda a llevar una vida más feliz.

De pequeños nos decían que sonriéramos y que pusiéramos cara de estar contentos; de mayores nos dicen que miremos el lado positivo, que no hay mal que por bien no venga, y que el vaso está medio lleno.

A veces la realidad se impone y te impide comportarte como si fueras feliz. La salud te puede fallar, tu pareja te puede engañar, tus amigos pueden defraudarte, la gente a la que quieres va desapareciendo... en esos momentos sólo quieres aceptar la realidad, olvidar las apariencias y ser tu mismo, ser ese ser humano asustado e infeliz.

Si le preguntas a la gente qué quiere en la vida, la respuesta es sencilla: ser felices.

Pero quizá sea esa expectativa, quizá sea el querer ser felices, lo que nos impide llegar a serlo. Por eso, a veces cuanto más intentamos obligarnos a ser felices, más confundidos estamos, hasta incluso a no llegar a reconocernos. En vez de eso seguimos sonriendo, e intentamos ser esas personas felices que quisiéramos ser, hasta que nos damos cuenta que lo hemos tenido delante. Ni en nuestros sueños, ni en nuestras esperanzas, sino en lo que nos hace sentir cómodos, en lo que conocemos.

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